martes, 18 de noviembre de 2008

10



cambio el espejo de posición
no más en la almohada

desde hace un año
no me vuelvo paranoica
ni me encierro sola ni sólo
con vino o cerveza

cambio las sábanas semanalmente
lavo ropa los lunes
pierdo más tiempo jugando text twist
que lamentándome

mi viejo me cuenta
que la Melo está mejor

yo también

3 comentarios:

S. C. P. dijo...

te vengo leyendo, mi querida. escojo éste para decírtelo, pero es pura casualidad...

tengo que tomarme más tiempo para beberme un trago aquí.

salú!

silvia

Cris Cam dijo...

Creía que esta guerra no era mía.
Creía que eso era cosa de sangre, sudor y lágrimas.
Sí, siempre supe que hay un Imperio
y yo uno de sus esclavos.
Mis manos débiles no podrían romper los cepos
y cavar una libertad.

Mi desesperanza nacía de no conocer al maestro.
De leerlo pero no saberlo.

Aquí conocen, dicen, a otro maestro.
Por él se olvidan del látigo, la fatiga y el hierro candente.
Y cantan mientras los leones los destrozan.
Suena extraño,
pero han elegido escapar al dolor
por medio de la locura y otra sumisión.

Yo no tengo esa esperanza
y lloraba ante el dolor.

Pero yo tengo un maestro.
Recién ahora lo sé.
Claro, él no lo sabe,
porque murió en la paz de su vejez,
muy lejos de aquí, hace mucho tiempo.

Él ha dicho que el hombre
que no reconoce los frutos de la tierra
obtenido de sus manos
es un hombre derrotado.

Y es así.
Los hombres no le han escuchado.
Han preferido el filo de las espadas.
Y, fatalmente,
caímos ente el peso de un enemigo
más fuerte y sanguinario
que nos ha hecho sus esclavos.

Pero yo sigo a mi maestro.
No me hago ilusiones de redenciones
ni supongo la voluntad del fatum para este destino.

Simplemente me niego a dar mas hijos que nacerán sometidos.
Lástima,
el ímpetu juvenil me hecho darlos
y siento pena por ellos.
Ellos tampoco conocerán la libertad
que tuvieron, dicen, nuestros abuelos.

Ya no lloro de ninguna manera.
Beneficio que nos traen las canas.
Dejo de hacerle caso a mi vieja espalda cansada,
y al volver de la villa
cultivo mis rosas,
tomo mi vino
y me acuesto a mirar un rato las estrellas.

Luego voy a mi verdadero puesto de batalla.
Simple, humilde, sencillo.
Contarle a los niños
que los Imperios no caen por la batalla
sino por la fuerza de las ideas.

Quizá cuando Ciro vuelva
se haga realidad.

Orietta Delmar dijo...

Silvita, hermosa...

Y se te agradece que estés. Es grato saberlo.

¡salúos, resalá!