viernes, 12 de diciembre de 2008
internos y recreo sadomasoquista
no me equivoco conmigo:
no soy más que el apetito masoquista
de cuantos no puedo tener
sería mejor prohibirme
olvidar nombres
que se me anidan en las tetas
bocas que no me gastan los besos
pero me estrenan
y me hacen regresar
II
no es casual este dolorcito
que me hace creer
que vuelven las malarrachas
mas ya no tengo miedo de morir sola
así que nada de convertirme en suicida
o humedecerme más de lo acostumbrado
no estoy desesperada de monotonía
ni de tantos viajes a la chingada
y no me oculto
puede que hasta sea más sádica
de lo que pretendía
y menos de papel que los héroes
con los que no jugué por falta de tiempo
III
toda la humedad de estos días sin Dios
me distrae los propósitos
una imagen huérfana me queda
y ya no sé si creerme sensual
con esta bombachita que apenas estreno
en este hotel de Avenida de Mayo
es extraño
he empezado a nostalgiar a los huéspedes
que me componían las madrugadas
quizá me pueden más las sobras
los daños que me hago al ser tan de lluvia
y escribir puras pendejadas
como no debería ser
2003
viernes, 5 de diciembre de 2008
Poetas nicaragüenses

Yo he sido muy ardiente.
La historia de mi vida ha sido una historia de amor.
Nada canta en nosotros sino lo que amamos.
Nada acaba de ser en nosotros sino lo que —del
modo que sea— cantamos.
Nada llega a hacérsenos canto, si antes —del
modo que sea— no nos ha amado.
Todo lo cual quiere decir que, si Nicaragua
canta en mí, cuando yo la canto,
Es que ella me amó como yo la amo.
miércoles, 3 de diciembre de 2008
¿a poco no son hermosos? ¡el babero, por favor!
Jack Kerouac

Qué terriblemente triste me siento al pensar de mi madre
dormida en su cama
que algún día morirá
aunque ella se diga: "la muerte no debe preocuparnos,
después de esta vida empezamos otra"
Qué terriblemente triste me siento de todos modos—
Que no tenga vino que me haga olvidar mi diente cariado es
bastante malo
pero que todo mi cuerpo esté pudriéndose y el cuerpo de mi
madre se pudra
hacia la muerte, es tan enloquecedoramente triste.
Salí al amanecer puro: pero, por qué debería alegrarme
ante un amanecer
que levanta otro rumor de guerra,
y por qué debería estar triste: ¿no es por lo menos el
aire puro y fresco?
Contemplé las flores: una de ellas ha caído:
otra acaba de abrirse: ni una ni otra estaba
triste o alegre.
Súbitamente comprendí que todas las cosas sólo
van y vienen
incluido cualquier sentimiento de tristeza: también
se irá:
triste hoy alegre mañana: sobrio hoy borracho mañana
¿por qué inquietarse
tanto?
Todos en el mundo tienen defectos lo mismo que yo.
¿Por qué deprimirse? Es sólo un sentimiento que
viene y va.
Todo viene y va. ¡Qué extraordinario!
!Guerras dañinas existirán siempre!
Formas agradables se van también.
Ya que todo viene y va: ¿por qué estar triste?
¿o alegre?
Enfermo hoy sano mañana. Pero tan triste sigo
siendo el mismo.
Todo viniendo y yendo en todas partes,
los mismos lugares viniendo y yendo.
De cualquier modo todos terminaremos en el cielo,
juntos en esa dorada gloria eterna que he visto.
¡Oh! qué condenadamente triste es que no pueda
escribir bien sobre ello.
Esto es un intento a la fácil ligereza
de la poesía ciardiana.
Debería de hacerlo a mi manera.
Pero eso también se irá, las preocupaciones
acerca del estilo. Acerca de la tristeza.
¡Mi gatito ronroneando feliz odia
las puertas!
Y a veces está triste y silencioso,
nariz caliente, sollozos,
y un leve maullido doliente.
Allí van las aves, volando hacia el oeste
un momento.
¿Quién llegará a conocer el
mundo antes de que se vaya?
lunes, 1 de diciembre de 2008
¡para dramatismo...mis lolas!
y yo canto
tuve insomnio
but I don't complain
no tengo ojeras
bajé un poco de música
vi un chin de porno
y "forgetting Sarah Marshall"
comedy and romance
pienso en lo último...
la gata canta
yo maúllo
II
estampidas en el estómago
quiero acostumbrarme
buena o pendeja
"no tengo derecho"
"no toqués esa tecla
que no podés hacer nada"
me digo que sí
todo es cosa de dignidad
y chauchao
III
yo no era así como ahora...
escribía poemas de amor
me gustaban Darío
Alfonsina y hasta Bécquer
quería ser médico
casarme y tener hijos
era tímida y nada sensual
no me depilaba las cejas
ni usaba tangas
creía en la virginidad
y que coger sin casarse
era cosa del diablo
es verdad lo que dice la Melo
este país te jode
Poemas de Roxana Popelka
Pequeñas Comodidades
Yo soy
mi propia secretaria
mi propia
cocinera
mi propia
modista.
Yo soy la que
escribe mis poesías
y mis relatos.
No tengo
ningún ayudante
que haga mis recados,
que ordene mis papeles
que ponga al día
mi trabajo,
que mande los
correos electrónicos,
que conteste a mis mensajes
o que hable
con quien haya que hablar.
Soy autosuficiente
y voy a seguir
siéndolo,
soy una mujer, ¡vale!
Acerca De La Verdad, Acerca De La Felicidad
Ahora que
no estoy contigo,
que no estaré
contigo nunca
más,
es bueno que
te diga varias cosas:
te engañé
un montón de veces
con algunos hombres
mucho más jóvenes
que tú
porque sabía que
eso era lo que más
te dolía,
y lo volvería a hacer
créeme
-te lo aseguro-
que fue uno de
los momentos
más felices de
mi vida.
Cuando esos hombres
me abrían la
puerta, y me
hacían pasar
a la habitación
y nos desvestíamos
con impaciencia.
Entonces me quitaba
la camiseta negra,
¡aquélla, sí!
y el sujetador.
Algunos me decían:
?espera, déjate un
instante las bragas
puestas?.
Y nos besábamos
con pasión,
era auténtica la
pasión.
Fuera
en el patio de
la casa
se oía a una mujer
batir los huevos cerca del
televisor.
Y volvíamos a besarnos
con ardor
aplastando
lo que quedaba
de nuestros cuerpos.
Algunos huesudos
cuerpos, otros
debilitados,
o rasurados
qué más da.
Y mientras tanto
pensaba cómo te
sentirías de haber
sabido
todo esto.
Pero siempre
he tenido buenas
coartadas
¿aún las recuerdas?
Nunca sospechaste
que todo
aquello era
mentira,
que lo que verdaderamente
hacía era
engañarte con
hombres mucho
más jóvenes
que tú.
Y esa
-te lo aseguro-
fue la época
más feliz de
mi vida.
Mis Vecinos
Recuerdo a todos y a
cada uno de mis vecinos.
No sé sus nombres
pero sé cómo pisan
Sé que tienen miedo,
sé que son unos cabrones
que llevan una vida
miserable, y
que no salen de casa.
Que tienen un trabajo
embrutecedor, y mienten
cuando dicen que
les encanta.
Mis vecinos son
una condena permanente.
Sé que cuchichean a
mis espaldas tratando de
averiguar cómo vivo.
Sé que me vigilan
cuando salgo del portal,
que fisgan por la
mirilla para saber
si vengo acompañada.
Que pegan el oído
a la pared del salón
y me oyen cuando
hablo sola.
¿Cuántas veces habré
mandado a la mierda
a mis vecinos?
Sé que sus vidas
se han acabado
- por completo-
y yo,
no voy a hacer nada
para cambiarlas.
Poema Autorretrato de Rosario Castellanos

Yo soy una señora: tratamiento
arduo de conseguir, en mi caso, y más útil
para alternar con los demás que un título
extendido a mi nombre en cualquier academia.
Así, pues, luzco mi trofeo y repito:
yo soy una señora. Gorda o flaca
según las posiciones de los astros,
los ciclos glandulares
y otros fenómenos que no comprendo.
Rubia, si elijo una peluca rubia.
O morena, según la alternativa.
(En realidad, mi pelo encanece, encanece.)
Soy más o menos fea. Eso depende mucho
de la mano que aplica el maquillaje.
Mi apariencia ha cambiado a lo largo del tiempo
aunque no tanto como dice Weininger
que cambia la apariencia del genio. Soy mediocre.
Lo cual, por una parte, me exime de enemigos
y, por la otra, me da la devoción
de algún admirador y la amistad
de esos hombres que hablan por teléfono
y envían largas cartas de felicitación.
Que beben lentamente whisky sobre las rocas
y charlan de política y de literatura.
Amigas… hmmm… a veces, raras veces
y en muy pequeñas dosis.
En general, rehuyo los espejos.
Me dirían lo de siempre: que me visto muy mal
y que hago el ridículo
cuando pretendo coquetear con alguien.
Soy madre de Gabriel: ya usted sabe, ese niño
que un día se erigirá en juez inapelable
y que acaso, además, ejerza de verdugo.
Mientras tanto lo amo.
Escribo. Este poema. Y otros. Y otros.
Hablo desde una cátedra.
Colaboro en revistas de mi especialidad
y un día a la semana publico en un periódico.
Vivo enfrente del Bosque. Pero casi
nunca vuelvo los ojos para mirarlo. Y nunca
atravieso la calle que me separa de él
y paseo y respiro y acaricio
la corteza rugosa de los árboles.
Sé que es obligatorio escuchar música
pero la eludo con frecuencia. Sé
que es bueno ver pintura
pero no voy jamás a las exposiciones
ni al estreno teatral ni al cine-club.
Prefiero estar aquí, como ahora, leyendo
y, si apago la luz, pensando un rato
en musarañas y otros menesteres.
Sufro más bien por hábito, por herencia, por no
diferenciarme más de mis congéneres
que por causas concretas.
Sería feliz si yo supiera cómo.
Es decir, si me hubieran enseñado los gestos,
los parlamentos, las decoraciones.
En cambio me enseñaron a llorar. Pero el llanto
es en mí un mecanismo descompuesto
y no lloro en la cámara mortuoria
ni en la ocasión sublime ni frente a la catástrofe.
Lloro cuando se quema el arroz o cuando pierdo
el último recibo del impuesto predial.